“La reivindicación de un espacio plural y público se convierte en una ensoñación de otros espacios futuros”
Conversación entre los co editores de 'Mutaciones en el espacio público'. Fran Quiroga y Sören Meschede; y el mediador de la concomitancia UCI Pediátrica, Felipe G. Gil de ZEMOS98.
Con el lanzamiento de su primer libro, Mutaciones en el espacio público, Concomitentes se propone ahondar en la reflexión, investigación y apertura de debates en torno a los temas que versan su práctica. En esta conversación, Felipe G. Gil, de ZEMOS98, mediador de la concomitancia UCI Pediátrica, charla con Sören Meschede y Fran Quiroga, que asumieron la edición de la publicación, sobre la pertinencia de este libro.
FELIPE G. GIL: ¿Por qué queremos hacer este libro?
SÖREN MESCHEDE: Quizá es importante decir que desde siempre hemos pensado en generar una cierta actividad editorial. Por un lado, queremos hacer libros para documentar los procesos de las concomitancias, viendo que estos son largos, invisibles y muy poco tangibles. Por otro lado, tomamos ejemplo de los Nouveaux Commanditaires de Francia y su colaboración con la editorial Les presses du réel, con la que no sólo existen libros que documentan las concomitancias sino una serie de publicaciones más teóricas, no vinculadas a un proyecto concreto, haciendo que Nouveaux Commanditaires se establezca como un agente importante dentro de las prácticas culturales ampliadas y sociales. Esa misma idea la hemos trasladado a Concomitentes.
FRAN QUIROGA: La concepción del arte como investigación, cómo expande las maneras de indagar sobre la realidad, los propios proyectos de Concomitentes trabajan desde esta concepción. Cómo hacer que este compromiso editorial refleje esta forma de acercarse a la realidad, lo que ayudará en su replicabilidad, que creo que es uno de los elementos clave a la hora de pensar en la pertinencia de generar una producción teórica en formato de libros.
"Esta publicación en concreto, responde a una necesidad de contribuir ante una problemática tan inusitada como la de una pandemia y de aportar desde el arte, con esa modestia de no dar respuestas, pero sí habilitar un espacio de debate"
Si consideramos que el arte es interdependiente, -que está conectado con la realidad, dando respuestas ante la vida-, algo había que hacer. Desde ahí surge ese deseo y esa búsqueda de complicidad con otras personas que nos ayudaran a entender la complejidad que trajo consigo este tiempo tan loco.
FGG: Sabiendo que el espacio público es un lugar para la negociación y un lugar que el arte ha reclamado tradicionalmente para representar a comunidades infrarrepresentadas o cuestiones que reflexionan sobre el status quo, en un contexto post pandemia donde se dan restricciones de uso del espacio común, ¿cómo trabaja el libro esta paradoja?
FQ: Una de las cuestiones que se señala en el libro es cómo la ciudadanía se auto gestiona y cómo debemos agradecer ese esfuerzo colectivo. Creo que también hay un cuestionamiento a esa idea de control que se está asumiendo cada vez más, es importante subrayar que fuimos los ciudadanos los que, ante esta situación, decidimos que no podíamos usar ese espacio público y estar tan cerca unos de otros. Existió un proceso de co responsabilidad y de cuidado colectivo, algo que nunca habíamos hecho, porque nunca nos habíamos enfrentado a algo así. También se activaron otros mecanismos de mediación, otras formas de estar juntos en esa distancia, que permitieron que lleváramos esa separación física de otra manera, más amable, experimentando otras formas de estar juntos en la distancia, muchas de ellas pudiendo permanecer en el tiempo.
SM: Muchas de las voces que tenemos en el libro reivindican ese espacio heterogéneo e informal en disputa, añorando la posible pérdida de esto. Pero los textos no se quedan ahí, como dice Fran, van más allá. Lo que atraviesa varios de ellos es la reivindicación de la capacidad de las prácticas culturales, -ampliadas, incluyendo aquí urbanismo y arquitectura-, de ayudar, de proyectarse y ensoñar.
La crisis, que ya venía antes del covid, nos ha hecho tener mucha cautela a la hora de soñar, el arte y la cultura nos pueden ayudar a proyectarnos al futuro, pueden ser un verdadero motor de cambio para que realmente sucedan cosas. La reivindicación de un espacio plural y público se convierte en una ensoñación de otros espacios futuros.
FGG: Muchas veces se aplica a las prácticas artísticas colaborativas un juicio un tanto tramposo, muy habitual, sobre su carácter inaccesible respecto al uso del lenguaje y su tendencia al elitismo. También sabemos, los que estamos dentro, que donde otros ven un lenguaje abstracto e inaccesible lo que en realidad hay es un experimento y la creación de un imaginario social donde hace falta probar con todo, incluida nuevas formas de nombrar. ¿Cómo dialoga el libro con esto?
SM: Totalmente cierto. El tema de la comunicación en estos proyectos participados es fundamental. Todo lo que estamos haciendo tiene un más allá del propio hacer, busca una reivindicación y visibilidad de ciertas problemáticas.
Visibilizar esta reflexión requiere cierta abstracción, nombrándose ciertos conceptos difíciles de entender, lo que puede generar problemas de entendimiento. En este sentido, hay que tener claro que el libro no es una herramienta de divulgación masiva, sino una fórmula para iniciar desde nosotros un discurso entre agentes profesionales-culturales que se interesan por esa reflexión.
Por ello, el libro seguramente es una manera de comunicar pero no debería, en ningún momento, ser la única. Debemos abrirnos a otras fórmulas que vayan más allá y exploren otras vías de interconexión con diferentes sectores de la ciudadanía. Esta serie de libros que estamos planteando está muy destinada a un cierto tipo de público no académico, pero sí profesional, que se interesa de manera teórica por las cuestiones que estamos tratando. Desde ahí debemos traducirlo hacia otros lados, por ejemplo, un podcast sería una forma de traducir este tipo de contenidos para otros sectores y audiencias.
FQ: Hay una voluntad de que se genere un discurso en un formato accesible. También tenemos que ser honestos, saber a quién nos estamos dirigiendo. Ser conscientes de esa verborrea, de que existe una hipérbole que no ayuda a la comprensión. Esta voluntad por hacernos más accesibles no puede devenir en una pérdida de potencia discursiva, sino que el reto verdadero es saber contar algo profundo de la manera más simple posible. A veces se consigue, otras no, pero esa voluntad debe existir para trascender a esas comunidades recursivas de agentes que operan en el mundo del arte.
FGG: Esa dicotomía es tramposa, por ejemplo, durante mucho tiempo la palabra ‘heteropatriarcado’ formaba parte sobre todo de la producción académica y activista feminista, hoy se ha filtrado hasta un punto en el que mucha gente sabe a qué nos referimos, no la ve como ajena. Es un reto constante que se nos acuse de elitistas, cuando estamos intentando recoger esa producción discursiva experimental, a la vez que queremos salir del gueto cultural y llegar a otros lugares. Respecto a la configuración de los libros y tomando como metáfora el maridaje que combina el vino con lo que vas a comer, ¿qué temas comunes diríais que maridan o vinculan a todos los textos?
FQ: El libro se configura en cuatro grandes bloques, cada uno de ellos con tres textos. Tocamos la normativización del espacio público, la importancia de lo menor y la idea de lo cotidiano, en esas pequeñas acciones que están de construyendo el imaginario híper productivista. También tratamos la idea de tiempo público, cómo se han reconfigurado la velocidad y los ritmos. A la vez, se hace alusión a cómo el museo ya fue la antesala del distanciamiento pandémico, y nos preguntamos ¿cómo repensar el arte como facilitador de un lugar de encuentro? Este libro no sólo plantea exclusivamente la crítica, sino que abre alternativas para el debate.
SM: Para seguir con el imaginario culinario, Felipe, la propuesta de bloques, a modo de entrante, primer, segundo plato y postre, no tendría por qué ser así. El helado podría estar en primer lugar, para luego pasar al vino. Hay temas que están de alguna manera presentes en todos los textos, como por ejemplo la alusión al futuro y a la capacidad de ensoñación. Otros temas son el de las ecologías o las relaciones de cuidado mutuo y las fricciones que ha generado la pandemia. Así, las palabras ‘crisis’ o ‘pandemia’ se mencionan en casi todos los textos, pero hemos insistido en que el libro no se quede en un mero relato de cuestiones pandémicas, con fecha de caducidad, sino que vaya más allá de esta experiencia inmediata. En este sentido, algunos de los textos son pre pandémicos, rescatados de otras publicaciones, que hablan de otras crisis o momentos, por lo que reivindicamos que lo que ha pasado es excepcional, pero también responde a un cierto patrón de crisis que ya hemos vivido. Esta capacidad de superación hay que apelarla siempre.
FGG: ¿Qué vida futura le imagináis al libro?
SM: Este es el primero de una serie de libros, por tanto, esta primera publicación sienta un precedente de una colección editorial que queremos sacar con Bartlebooth, generando un canal en el que se junten diversos actores que piensan sobre el espacio público y su relación con el arte, la ciudadanía y el urbanismo. Por otro lado, esperamos que estos textos se puedan trabajar en otros formatos más divulgativos, en encuentros y talleres que queremos hacer más adelante en las presentaciones públicas del libro.
FQ: Escribir es un acto reparador, que nos permitió salir de esta vida monótona que nos trajo la vida pandémica, haciendo ese ejercicio de pequeña abstracción al ponerse a escribir. Sería bonito que eso fuera correspondido, que leer el libro también sea un ejercicio de reparación, -social y colectiva-, contribuyendo a ese pensamiento desde este momento tan excepcional. Y, para mi, hay otro tema que sobrevuela a toda la obra y es qué imaginarios deja la pandemia, qué legados deja esa mirada al otro, más allá de las muertes y el dolor. El libro se puede leer desde esa alegría de seguir haciendo juntas, y eso tiene que prevalecer. La pandemia fue una crisis más, y debemos confiar en la capacidad de adaptación de la sociedad, aunque sí creo que sería grave que ese miedo a estar con el otro persistiera, el libro debe ayudar a revertir eso.