Apuntes para seguir pensando el futuro de la mediación cultural
El primer encuentro de In Between, que tuvo lugar en Sevilla el pasado mes de noviembre, buscaba impulsar un modelo de mediación cultural en Europa como pilar fundamental de las políticas culturales.
El pasado 30 de noviembre el Teatro Central de Sevilla acogió el primer encuentro ‘In Between. Por una mediación en Europa que fortalezca comunidades inclusivas’, -de la mano de Concomitentes y ZEMOS98-, y apoyado por la Presidencia Española del Consejo de la Unión Europea y Acción Cultural Española-, que busca impulsar un modelo de mediación cultural en Europa como pilar fundamental de las políticas culturales y posicionar así este tipo de práctica artística participativa.
Las principales conclusiones de la jornada, -y que marcarán la hoja de ruta para el proyecto ‘In Between’ en los próximos meses-, partieron con la dificultad de nombrar al profesional que desarrolla la mediación cultural: Curador o comisario, mediador o trabajador cultural con la comunidad… La complejidad de esta práctica empieza por la dificultad para nombrar al profesional que la desarrolla. En este sentido, quizá no es tan urgente nombrarla, sino centrarse en la propia práctica y esos modos de hacer que la sustentan.
Situar a las comunidades en el centro, posibilitar el encuentro, fomentar la escucha y diálogo para negociar y llegar a acuerdos, fortalecer la agencia ciudadana y reivindicar el potencial del régimen sensorial que trae el arte son modos de hacer que definen la mediación cultural.
La mediación cultural: artística, transdisciplinar y participativa
La dimensión co-creativa de la práctica de la mediación cultural es incuestionable: tiene como valor ese ensamblaje que es fruto de procesos abiertos y participativos. La generación de espacios de enunciación permite abrir ese encuentro, para que el que así lo desee pueda enunciar aquello que le molesta, le atrae o desea. Ese lugar deja de ser solo un espacio para el “yo” y se convierte en un “nosotras”, un lugar en donde se comparten esos malestares colectivos.
A la vez que se genera ese espacio de escucha y de diálogo también ha respetarse la libertad creadora del artista, garantizando ese espacio cómodo para la creación que abra un diálogo entre todas, en el que cada cual, con sus roles y saber hacer, pueda incorporar su grano de arena para mitigar aquello que nos duele o intensificar aquello que deseamos.
Es relevante pensar que, para un buen desarrollo de la práctica de la mediación, ha de generarse una comunicación y lenguaje claros que faciliten dinámicas de trabajo que potencien la discusión y el intercambio. También ha de valorarse y estudiar el legado que queda más allá de la obra artística final, así como materializar esas formas de propiedad compartida.
Qué queda de la mediación si no se recapitula: la evaluación para el cierre
Por último, sería necesario generar mecanismos de evaluación que ayuden a la mejora de los procesos y permitan visibilizar los alcances. ¿Qué se mide y cómo? Son dos de los grandes retos a los que se enfrenta la mediación cultural. Precisamos de datos y relatos que muestren los impactos y, sobre todo, atiendan a esos legados que quedan, que no son solo producción de objetos, sino herramientas para el fortalecimiento de las redes de apoyos mutuas.
Solo existe una mediación cultural si ésta cuida la agencia ciudadana, si eso no se da, estaremos hablando de otra práctica cultural: El fortalecimiento de una sociedad crítica es la piedra angular sobre la que se sustenta la mediación cultural. Las políticas públicas han de estar al servicio del fortalecimiento de la mediación cultural por su incidencia social, de ahí la necesidad de generar foros como ‘In Between’ para tejer juntas esos modos de hacer cultura y arte juntas.