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Reflexion, Diario 18.12.2024

La escultura desaparecida

¿Pueden los procesos como el de Concomitentes resolver problemáticas sociales latentes?



La concomitancia “Aguas Vivas” concluyó con la inauguración de «Lenguas de agua», de Laia Estruch, una instalación que incluye tres esculturas emplazadas en las fuentes de Llanos de Penagos. Ese proyecto fue el resultado de un proceso de mediación de dos años y supuso un hito en la revitalización del patrimonio natural y cultural del pueblo, que se desarrolló a través de un proceso comunitario que contó con el amplio respaldo de las vecinas y vecinos del pueblo.

Sin embargo, apenas dos semanas después de la inauguración, una de las esculturas, ubicada en la Fuente del Cubo, fue sustraída por personas desconocidas. Se sospecha que más que un robo, se trató de un acto de vandalismo perpetrado por alguna persona del entorno. Este hecho fue recibido con desconcierto y frustración por parte de la comunidad local que participó activamente durante dos años en el diseño y materialización del proyecto.

Más allá del acto en sí, la desaparición de esta obra ha puesto de manifiesto las complejidades y tensiones inherentes a los procesos participativos. “Aguas Vivas” abrió vías de comunicación hasta entonces inexistentes que permitieron a vecinos autóctonos y nuevos residentes reflexionar juntos sobre el patrimonio del pueblo. Sin embargo, el diálogo generado por el proyecto, que en muchos casos fortaleció los lazos entre los vecinos, también trajo consigo momentos de fricción y ha expuesto disonancias y diferencias de perspectivas que hasta entonces permanecían latentes. Las dinámicas sociales del pueblo, caracterizadas por la coexistencia de antiguos residentes con quienes han elegido Llanos como su nuevo hogar, han revelado una multiplicidad de voces que no siempre encuentran consenso.

Estas tensiones forman parte natural de cualquier proceso participativo, en el que la apertura al diálogo implica necesariamente la confrontación de diferencias. A veces parece que para abrir caminos nuevos hay que sacar a la luz desacuerdos y hablar sobre viejos conflictos. No siempre es cómodo, pero quizá es necesario.

¿Cómo pueden estos proyectos equilibrar sus objetivos artísticos con las necesidades de un cambio social a largo plazo?

El gran potencial del protocolo de François Hers que rige Concomitentes permite trabajar justo este aspecto, porque se presta perfectamente para ser un catalizador social que promueve el diálogo. Como se ha visto ya muchas veces, una vez constituido el grupo de comitentes, comienza la parte real y tácita del trabajo: la obra de arte proyectada sirve de pretexto para que todas las personas implicadas puedan tener la oportunidad de ver su situación y sus relaciones desde una nueva perspectiva. Se crea un nuevo espacio común que permite un diálogo que reúne a personas que hasta entonces no han tenido la ocasión de encontrarse y permite hablar de temáticas, que únicamente pueden tratarse, al ser cifradas como “encargo de una obra artística”. En este sentido, las breves instrucciones del protocolo de Hers abren la puerta a un intercambio, a menudo muy necesario, entre distintos grupos de población. Para mí, el verdadero valor del protocolo Hers reside en este aspecto social.

No obstante, muchos proyectos de arte relacional y también los de Concomitentes, que aunque se basan en una clara vocación social, se rigen por un calendario que está vinculado a la consecución de objetivos artísticos: el encargo de una obra, su producción e inauguración.

Si bien estos proyectos pueden generar un impacto significativo, como se ha visto muchas veces a lo largo de las últimas décadas, la limitación temporal que impone ese marco conceptual no siempre es adecuada para abordar de manera sostenible las complejidades de un trabajo con una importante dimensión social. Las transformaciones profundas en las relaciones comunitarias y en el tejido social requieren otros tiempos y hitos que los enfocados principalmente en la consecución de un resultado artístico.

En este sentido, cabe plantearse si procesos como el de “Aguas Vivas”, que pretenden activar el tejido social y promover reflexiones colectivas, no acaban agitando dinámicas comunitarias sin ofrecer herramientas sostenibles para gestionarlas a largo plazo, con el peligro inherente de intensificar divisiones y generar tensiones adicionales que pueden dejar a la comunidad más fragmentada que antes. Aunque el arte tiene un valor innegable como motor de cambio y diálogo, su impacto puede ser limitado o incluso contraproducente si no va acompañado de un compromiso continuado para acompañar los procesos sociales que desata.

La sustracción de la escultura invita, por tanto, no solo a reflexionar sobre el cuidado del patrimonio compartido o sobre cómo ayudar al pueblo de Llanos a superar sus tensiones internas, sino también a cuestionar las herramientas y enfoques empleados en procesos que buscan impactar en lo social desde el arte. ¿Cómo pueden estos proyectos equilibrar sus objetivos artísticos con las necesidades de un cambio social a largo plazo? Quizá el verdadero reto resida en integrar ambas dimensiones y abrir caminos hacia intervenciones que, aunque enmarcadas en lo artístico, consideren de forma prioritaria la sostenibilidad social que las hace posibles.