Diario

Derecho a la opacidad, alegría del desborde

Jose Iglesias García-Arenal

Foto de Félix Méndez

Una impresora lanzando al suelo papeles en los que podemos ver un caño del que brota un líquido rojo. Rápidamente se formó un charco de papeles y tinta. Fue un instante hacia el final de la inauguración de Los caños, la obra de Francesc Ruiz que se expande entrelazando materiales gráficos e intervenciones en el espacio público de Badajoz. Durante la inauguración recorrimos parte de esta narrativa expansiva en un autobús que atravesó rincones del polígono de Zafra y las afueras de varios pueblos del sur de la provincia, terminando en la inauguración de la imprenta El chorrillo, que queda a cargo del grupo de comitentes. Compartimos historias de fuentes tapadas con cemento duro o fresco, canteras de las que mana agua, conversamos con vecinas, escuchamos las voces de Maiden, Juan, Isa, Pau y otres comitentes, leímos los viajes de camiones por un paisaje que a veces parecía comprimido en un cómic o otras veces emergía a nuestro alrededor.

En un párrafo solo se empieza a delinear todo lo que compartimos en la inauguración. Y esta fue solo un vistazo a Los caños y a todo el proceso de Non plus ultra. Con la corta distancia que da haber pasado la inauguración (pero seguir en pleno proceso de “activación”) hay dos palabras que me vienen a la cabeza para describirlo: desborde y opacidad.

“Desborde” porque la metodología buscaba hacer brotar historias con la alegría de una fiesta, comenzando con los eventos de “El agua brota sin avisar” que marcaron el desarrollo de Non plus ultra y continuando con el recorrido en bus, que permanentemente era interrumpido para contar detalles del lugar, las mil historias subterráneas que con el grupo de comitentes hemos estado buscando para superar la sequía como ceguera. Pero “desborde” también por el goce de compartir y celebrar lo que tenemos cuando miramos los procesos colectivos y defendemos un lujo comunal. No queremos pensar en prácticas culturales comunitarias desde la escasez de imaginación que se contenta con migajas que remiendan las carencias de una “periferia”. Lo queremos todo y para todes. La excelencia y el goce desprivatizado, como esos camiones que en el cómic de Los caños, con orejitas de lince, arrancan vallas y siguen corriendo. Con el desborde de historias, alegría, papel y tinta, música, humor y poesía Non plus ultra ha construido espacios de encuentro. La puerta de El chorrillo está abierta, ¿quién podía imaginar que en uno de los pueblos más pequeños de Badajoz brotaría una imprenta?

“Opacidad” porque hemos llegado hasta aquí gracias a haber respetado procesos tranquilos, lentos a veces, dedicados a generar espacios de confianza. Los caños responde a una política cultural basada en la confianza, como la que ha construido la relación entre el grupo de comitentes y el artista, que a su vez se sustenta en la metodología de Concomitentes, que se debe a la confianza en la ciudadanía, a su capacidad para decidir y escucharse. El grupo de comitentes confió en la sensibilidad y buen hacer del artista para que se apropiara de sus historias desde el respeto y con toda la libertad creativa necesaria para darles la vuelta y ofrecer nuevas perspectivas. El artista confió en la comunidad de comitentes para materializar su obra, principalmente el cómic, y para seguir dando vida a El Chorrillo. Pero, y lo repito porque es muy importante, los espacios de confianza solo se pueden dar si respetamos el derecho a la opacidad. No podríamos haber desarrollado estos vínculos y procesos con la presión de tener que hacer permanentemente ejercicios de transparencia burocrática y mediática, traduciendo nuestras actividades en lenguajes comprensibles desde cualquier lugar a la velocidad de las redes sociales.

Tampoco podríamos haber traducido y concentrado todo el proyecto en la inauguración, era inevitable que muchos elementos quedaran fuera. Quienes se acercaron a conocer Los caños volvieron a sus casas con cómics, posters, pegatinas, vivencias, historias y un espectacular solomillo en salsa del bar La Perla. Pero eso fue solo un vistazo al proyecto. Lo siento, pero si quieres conocerlo en profundidad tienes que quedarte. La única forma de desentrañarlo es formando parte de él. Las puertas están abiertas, pero hay que comprometerse con el territorio y sus comunidades.

Por otro lado, ¡qué hermoso es no terminar nunca de conocer! Al comienzo del recorrido repartimos un mapa en forma de volante (con el que el público podía ir “conduciendo” mientras leía la información). Ofrecía el nombre y descripciones de las intervenciones, de algunas que decidimos no visitar ese día. ¿Qué habrá allí? ¿Cómo te imaginas el Bar Pepa de Brovales? ¿Cómo es el local de UHT? ¿Y Aslandia qué es exactamente? Parafraseando a Luis Camitzer: la práctica artística comunitaria y participativa debe ser una escuela, el artista aprende a escuchar el territorio, les participantes aprenden a habitar la incertidumbre a través de la imaginación.

Fotos de Félix Méndez.